jueves, 21 de agosto de 2008

Jacobo mordido por una víbora y El agua recogida en una túnica

Jacobo mordido por una víbora
XLIII 1. Otra vez, José mandó a su hijo Jacobo a buscar leña al bosque, y Jesús partió en su compañía. Cuando llegaron al sitio en que la leña se encontraba, Jacobo se puso a recogerla. Y he aquí que una mala víbora lo mordió en la mano, y el niño empezó a gritar y a llorar.
2. Y Jesús, viéndolo en aquel estado, se acercó a él, y sopló sobre la moderdura, que quedó cicatrizada. Y la víbora se desecó, y Jacobo se encontró sano y salvo.
Resurrección de Zenón, caído de una azotea
XLIV 1. Algunos días más tarde, Jesús jugaba con otros niños en la azotea de una casa. Uno de ellos cayó al suelo, y murió instantáneamente. Y los niños se dijeron los unos a los otros: ¡Ea! Digamos que quien lo ha tirado es Jesús, el hijo de María. Y huyeron todos, y Jesús quedó solo en la azotea. Cuando los padres del niño llegaron, dijeron a Jesús: Tú eres quien ha tirado a nuestro hijo desde lo alto de la azotea. Y él les respondió: No soy yo quien lo ha tirado. Mas ellos se pusieron a gritar, diciendo: Nuestro hijo ha muerto, y tú eres su matador.
2. Y Jesús, María y José fueron detenidos por la muerte de aquel niño, y se los condujo a la presencia del gobernador. Y ante éste depusieron los niños contra Jesús, como si hubiera sido él quien tirara al niño de la azotea. Y el gobernador dijo: Ojo por ojo, diente por diente, vida por vida. Cuando le tocó declarar a Jesús, respondió al juez en estos términos: No se me impute tan mala acción. Y, si no me crees, ¿bastará con que interroguemos al niño, para que manifieste la verdad? Si yo resucito a ese niño, y si él dice que no he sido yo quien lo ha tirado, ¿qué harás con los que han dado falso testimonio contra mí? El juez respondió, y dijo a Jesús: Si haces eso, tú serás absuelto, y los otros serán condenados. Entonces Jesús, acompañado del juez y de gran multitud, fue hasta donde estaba el niño muerto, y, colocándose cerca de su cabeza, gritó en alta voz: Zenón, Zenón, ¿quién te ha tirado de la azotea? ¿He sido yo? Y el muerto respondió, diciendo: ¡Perdón, Señor Jesús! Tú no me has tirado, y ni siquiera estabas allí, cuando me tiraron mis compañeros. Estos niños que han depuesto mentirosamente contra ti son los que me tiraron, y yo he caído. Entonces Jesús se aproximó a Zenón, lo tomó por la cabeza, lo irguió sobre sus pies, y dijo a los asistentes: ¿Habéis oído y visto? Y los adversarios de Jesús quedaron cubiertos de oprobio, y los espectadores, sorprendidos, se admiraron de prodigio tamaño, y alabaron a Dios, diciendo: Verdaderamente, Dios está con este niño. ¿Qué llegará a ser con el tiempo? Y Jesús se acercaba a la edad de doce años cuando hizo aquel milagro.

El agua recogida en una túnica
XLV 1. Y María dijo, una vez, a Jesús: Hijo mío, ve a buscarme agua al pozo. Mas, a causa del gran gentío que alrededor del pozo se comprimía, el cántaro, lleno de agua, como estaba, cayó y se rompió.
2. Y Jesús, desplegando la túnica que lo cubría, recogió el agua en ella, y la llevó a su madre. Y María quedó admirada en extremo. Y todo lo que veía, lo guardaba y lo encerraba en su corazón.
El hijo de Hanan castigado con parálisis
XLVI 1. Otra vez, Jesús se encontraba cerca de un canal de irrigación, y con él se encontraban otros niños. Y se entretenían en hacer pequeños depósitos de agua. Y Jesús, con barro, había formado doce pajaritos, y los colocó en los bordes de su depósito, tres a cada lado. Y era sábado aquel día.
2. Sobrevino el hijo de Hanan el judío, y, viéndolos así ocupados, les dijo con cólera y acritud: ¡En día de sábado amasáis barro! Y, lanzándose contra ellos, destruyó sus depósitos. Cuanto a Jesús, batió sus manos, se volvió hacia los pájaros que había hecho, y éstos volaron, chillando.
3. El hijo de Hanan se dispuso también a romper el depósito de Jesús, y el agua se desecó. Y Jesús le dijo: ¡Deséquese tu vida, como se ha desecado este agua! Y, en el mismo momento, el niño fue atacado de parálisis.

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