jueves, 7 de agosto de 2008

Virgen en Brasil La SEÑORA DE APARECIDA Historia

NUESTRA SEÑORA DE APARECIDA

Fiesta central: 12 de octubre
"Si el Brasil nació a la sombra de la cruz, se organizó, creció y prosperó, amparado siempre por la Madre Santísima, venerada tiernamente e invocada bajo numerosos títulos a cual más bello y expresivo" (Pío XII en el radiomensaje Embora, Septiembre de 1954).
A unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del Estado de Sao Paulo, se encuentra el pueblo de la Aparecida, que debe su nombre y origen al Santuario de la Virgen que fue levantado en 1743.
La fecha del descubrimiento de Brasil es el 22 de Abril de 1500 por el hidalgo portugués Pedro Álvarez Cabral. El primer nombre que se le dio a esta tierra fue el de "Isla de Vera Cruz", después "Tierra de Santa Cruz" y finalmente Brasil; este nombre le viene de un arbusto, el palo-brasil, cuya madera era muy utilizada para tintes rojizos. Estamos en el nacimiento de Sâo Paulo. Es el año 1554. Un grupo de jesuitas dirigidos por el P. José de Anchieta llegan con el deseo de transmitir el tesoro de nuestra fe cristiana a los indios Tupis y Guaranis. Fundan la ciudad y ésta se convierte en un importante centro de evangelización.
Los misioneros inculcaban con mucho celo la devoción a María Santísima, poniendo de relieve el papel que Ella, como Madre de Dios, realizó en la obra de la redención. Todas las tardes se tenía la catequesis y se rezaba el santo rosario. En muchas aldeas y villas existían las célebres cofradías del rosario, se hacían procesiones y se realizaban novenas de preparación a las fiestas religiosas.
Así, bajo la protección y el cuidado de María se sigue desarrollando la historia de Brasil. Llega el año 1717. El gobernador de la capitanía de Sâo Paulo, Don Pedro de Almeida, está haciendo un viaje hacia Minas Gerais siguiendo el camino del Valle del Paraíba. Para la alimentación del gobernador y su comitiva habían pedido a los pescadores del lugar que reunieran la mayor cantidad de peces que pudieran.
Los pescadores, entre los que estaban Domingo Martins, Juan Alves y Felipe Pedroso, tomaron sus canoas, se dirigieron al Río Paraíba y comenzaron a trabajar llenos de entusiasmo. Lanzaban las redes una y otra vez pero era inútil. No conseguían pescar nada. Navegaron unos seis kilómetros río arriba, hacia el puerto de Itaguassú. Echaron nuevamente las redes y lo único que sacaron fue una figura de cerámica, cubierta de barro y sin cabeza. Al lanzarlas nuevamente apareció la cabeza y descubrieron que se trataba de la imagen de Nuestra Señora de la Concepción. Después de esto obtuvieron una gran cantidad de peces. Los pescadores regresaron a sus casas felices de haber conseguido una pesca tan maravillosa y muy admirados por lo que había ocurrido.
Felipe Pedroso conservó esta imagen en su casa, junto a Lorenzo de Sá por unos seis años. Luego se fue a vivir a Ponte Alta donde permaneció unos nueve años y pasado este tiempo marchó a vivir a Itaguassú, donde había encontrado la imagen. En 1733 Felipe regaló la imagen a su hijo Atanasio Pedroso. Atanasio hizo construir un oratorio y colocó la imagen de la Virgen sobre el -así llamado - altar de Paus. En este oratorio se reunía todos los sábados con su familia y un grupo de vecinos para cantar la tercera parte del rosario y alabar a la Santísima Virgen.
Pronto comenzaron a suceder prodigios extraordinarios y la fama de la Virgen empezó a correrse espontáneamente. El número de peregrinos que venían de los poblados cercanos creció mucho y la capillita de Itaguassú ya era insuficiente.
Entonces el P. José Alves, vicario de la parroquia de Guaratinguetá mandó construir una capilla más grande en el Morro de los Coqueiros, que estaba más cerca de la parroquia. El templo se inauguró el 26 de julio de 1745 bajo la invocación de Nuestra Señora Aparecida y dos años después surgió en torno a él un pequeño poblado.
El número de peregrinos siguió creciendo de modo extraordinario y la devoción se extendió por todo Brasil. Muy pronto comenzaron a dedicarse capillas e Iglesias a nuestra Señora Aparecida y por todas partes era invocada como Madre y Patrona.
En 1852 se hizo una nueva construcción y más tarde otra en 1888. En 1904 la imagen fue solemnemente coronada y 1908 el templo fue elevado a la categoría de Basílica menor. El 16 de junio de 1930 el Papa Pío XI declaró a Nuestra Señora Aparecida Patrona del Brasil. En 1946 se comenzó la construcción de la actual Basílica y el 4 de junio de 1980 fue consagrada por el santo Padre Juan Pablo II.

Coronación de Nuestra Señora de Aparecida, Patrona y Reina de Brasil
Juan Pablo II envió un mensaje a Mons. Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida, en Brasil, en ocasión del centenario de la coronación de la estatua de Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida. El Santo Padre se une espiritualmente al querido pueblo brasileño en este homenaje a la que es su Reina y Protectora, y ha mandado como su enviado especial a los ritos y a las celebraciones de este significativo evento, que tendrá lugar en el Santuario Nacional de Nuestra Señora Aparecida, al cardenal Eugenio Araujo Sales.
“Hace casi tres siglos - explica el Santo Padre - que la Virgen tuvo un encuentro singular con el pueblo brasileño de este lugar”. De hecho, “los orígenes del santuario están relacionados con el descubrimiento, por parte de tres pescadores, de una pequeña imagen de Nuestra Señora, de color negro y con el rostro sonriente, que vieron surgir de entre las aguas, pescada en una red, con la cual pudieron después recoger una pesca muy abundante”.
Los tres pescadores reconocieron en esta acción una señal de protección especial de la Virgen. Y a partir de este remoto mes de septiembre de 1717, “creció, en el pueblo, un culto por la imagen, a la que comenzaron a llamar ‘Aparecida’. La multitud inmensa de personas y fieles que acuden al santuario de su Reina y Protectora, obedece - escribe el Papa -, a un conmovedor y sincero llamamiento al alma de este pueblo brasileño en su búsqueda de Dios a través de Nuestra Señora”. “En el transcurso de la historia de esta imagen morena de Reina y Madre tan amada - prosigue el Pontífice -, multitud de hombres y mujeres de todas las culturas y condiciones la han proclamado ‘Soberana’. Por eso mi venerable predecesor, Pío X, sensibilizado por la solicitud los hijos devotos de la Virgen Aparecida, coronó a Nuestra Señora como Reina del Brasil en el año 1904”.
“La certeza de que Nuestra Señora, por un lado, se encuentra siempre junto a Dios donde aboga por la causa de sus hijos, fue la causa para que fuera denominada ‘omnipotente y suplicante’”. Por otra parte, “es de nuestra misma estirpe, hija de Eva, nuestra verdadera hermana que compartió plenamente, como mujer humilde y pobre, nuestra misma condición”.
Juan Pablo II confía a cada una de las Comunidades Eclesiales brasileñas la protección de Nuestra Señora Aparecida, para que permanezca sus hijos fieles en la pureza de la fe, colaboradores de la esperanza y generosos en la caridad. A Ella, el Papa suplica para que les infunda un mayor dinamismo, haciendo de cada cristiano un verdadero apóstol.

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