VENEZUELA
NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO
Fiesta: celebrada tres veces al año, el 2 de febrero y el 8 y 11 de septiembre.
La ciudad de Guanare fue fundada el 3 de noviembre de 1591 por el Capitán Juan Fernández de León, en un sitio inmediato al río de su nombre, bajo la denominación de "Ciudad del Espíritu Santo de Valle de San Juan de Guanaguanare". Entre los indios que vivían en la región de Guanaguanare, había un grupo llamados los "Coromotos". Cuando llegaron los españoles y se hizo el reparto de tierras e indios en encomiendas, los Coromotos se internaron en la selva, montañas y valles situados al noroeste de la ciudad de Guanare. En esos apartados lugares se mantuvieron los Coromotos muchos años, perdiéndose completamente su memoria entre los pobladores de la Villa del Espíritu Santo, hasta que llegó la hora de su conversión, mediante la poderosa mediación de la Santísima Virgen María.
Un español honrado y buen cristiano, llamado Juan Sánchez, obtuvo en propiedad los terrenos de Soropo, situados a cuatro o cinco leguas de Guanare, en la margen derecha del Guanaguanare. Juan Sibrián y Bartolomé Sánchez se le unieron para trabajar juntos en la tala de los montes, siembra de los conucos y cría de los ganados.
Cierto día del año 1651 el cacique de los Coromotos, en compañía de su mujer, se dirigía a una parte de la montaña, en donde tenía una tierra de labranza. De repente una hermosísima Señora de belleza incomparable que sostenía e sus brazos un radiante y preciosísimo Niño, se presenta a los dos indios caminando sobre las cristalinas aguas de la corriente. Maravillados éstos, contemplan embelesados a la majestuosa Dama que les sonríe amorosamente, y dirigiéndose al cacique le habla en su idioma, "Salgan del bosque y vayan donde están los blancos para que reciban el agua sobre la cabeza y puedan entrar en el cielo".
Estas palabras iban acompañadas de tanta unción y fuerza persuasiva, que el cacique, impresionado por el suceso y queriendo cumplir con los deseos de la Señora, comunicó las noticias de la aparición al español Juan Sánchez, quien pasaba por ese lugar porque estaba de viaje. Juan Sánchez, gratamente sorprendido por la relación del indio, le dijo que se dispusieran todos para irse con él. Cumplido el plazo señalado, Juan Sánchez estaba en medio de los Coromotos. Toda la tribu se marchó con el español.
El español informó a las autoridades de la Villa lo que había ocurrido y ellas dispusieron que los indígenas se quedasen en ese lugar, y nombraron a Juan Sánchez como su encomendero. Allí vivieron por un tiempo para ser instruidos en la religión cristiana. El abnegado español cumplió su cometido con el mayor cuidado, si escatimar medio alguno. El cacique al principio asistía gustoso a las instrucciones, mas después se fue poco a poco disgustando con su nueva situación, y anhelando la soledad de sus bosques se apartó de las reuniones de Juan Sánchez, sin querer aprender la doctrina cristiana ni recibir las saludables aguas del bautismo. Esto lo hizo preparar su huída
Antes de que se marcharse el cacique, un suceso marcaría el comienzo de la devoción a la Santísima Virgen de Coromoto. Triste y meditabundo estaba el Indio recostado en su choza días antes de su fuga. Con él se hallaban su esposa, su hermana Isabel y un hijo de éste el cual era llamado Juan. Era el 8 de septiembre de 1652. Todo era silencio en la noche pues las Indias al ver de tan mal humor al Cacique que no se atrevían a decir palabra. Habrían transcurrido algunos instantes desde la llegada del cacique cuando de modo visible y corpóreo se presentó la Virgen Santísima. De todo su ser se desprendían copiosos rayos de luz, que bañaban el estrecho recinto de la choza y eran tan potentes que, según declaró la india Isabel, "eran como los del sol cuando está en el mediodía", y sin embargo no deslumbraban ni cansaban la vista de aquellos felices indígenas que contemplaban tan grande maravilla.
Bajo la influencia de estos inesperados resplandores, el cacique volvió la cara y al instante reconoció a la misma Bella Mujer que meses antes había contemplado sobre las aguas de la plácida corriente en sus montañas, y cuyo recuerdo jamás había podido borrar de su memoria. El indio pensaría, probablemente, que la Gran Señora venía para reprocharle su mal proceder e impedirle la fuga. Pasaron unos segundos... el cacique rompió el silencio y dirigiéndose a la Señora le dijo con enojo: "¿Hasta cuándo me quieres perseguir? Bien te puedes volver, que ya no he de hacer lo que me mandas ". Estas palabras inconsideradas e irrespetuosas mortificaron e gran manera a la mujer del cacique, la cual riñó a su marido diciendo: "No hables así con la Bella Mujer, no tengas tan mal corazón". El cacique, montando en cólera y encendido en rabia, no pudo por más tiempo soportar la presencia de la Divina Señora, que permanecía en el umbral, dirigiéndole una mirada tan tierna y cariñosa, que era capaz de rendir el corazón más empedernido; desesperado, da un salto y coge el arco para tirarle una flecha diciendo: "Con matarte me dejarás". Adelantándose entonces la Virgen hacia el Cacique, él se abalanzó sobre ella para asirla del brazo y echarla fuera quedando todo envuelto en tinieblas.
El Cacique, fuera de si y mudo de terror, permaneció largo rato inmóvil, con los brazos extendidos y entrelazados, en la misma posición en que quedaron cuando hizo ademán de asir a la Bella Mujer. Tenia una mano abierta y otra cerrada que apretaba cuando podía, pues algo tenia en ella, y en su corto sentir creía que era la "Bella Mujer" a quien había atrapado. La india Isabel, sin entender dijo a su cuñado: "¿Sabes lo que ha sucedido?" Balbuciente y tembloroso, el indio contesto: "Aquí la tengo cogida". Las dos mujeres añadieron: "Muéstranos para verla". El Cacique se acerco entonces a las ascuas que todavía ardían, alargo la mano, la abrió. En su mano había una diminuta imagen que emitía rayos de luz.
El indio envuelve la milagrosa imagen en una hoja y la esconde en la paja del techo de su choza, diciendo: "Ahí te he de quemar para que me dejes". El niño Juan corrió a avisarle a Juan Sánchez, quien con dos de sus compañeros fueron al sitio de la aparición y recogieron la preciosa reliquia.
El domingo 9 de septiembre, el Cacique Coromoto dispuso la huida rápida hacia los montes; pero apenas había entrado en el bosque inmediato al poblado cuando fue mordido por una culebra ponzoñosa. Viéndose mortalmente herido se arrepintió de su comportamiento y pidió a gritos de ser bautizado que le fue suministrado por un buen Cristiano de la Ciudad de Barinas
Juan Sánchez mandó que fuese recogida la imagen, la cual colocó en su casa. Allí la Virgen era venerada por todos los pobladores de la región de Guanare. En el año 1654, por orden del vicario Diego de Lozano, la imagen fue llevada al templo de la ciudad de Guanare.
La reliquia mide 27 milímetros de alto por 22 de ancho. El material de la estampa pudiera ser pergamino o papel de seda. La Virgen aparece pintada de medio cuerpo, está sentada y sostiene al Niño Jesús en su regazo. Su apariencia es de ser dibujada con una fina pluma, trazada como un retrato en tinta china a base de rayas y puntos.
De las palabras que la Virgen dijo al Cacique y a los Indios Cospes desde la primera de sus apariciones de que "Salieran a donde estaban los Blancos para que les echara agua en la cabeza para ir al Cielo", se deduce que la Virgen se constituyó en Misionera de los Indios Venezolanos. Mas no hizo sus apariciones solo para convertir a los Indios sino que dejó su retrato en esta tierra privilegiada para que la iluminara en la sucesión de los tiempos.
El 1º de mayo de 1942 fue declarada Patrona de Venezuela por el Episcopado Nacional. El 7 de octubre de 1944, S. S. Pío XXII, la declaró "Celeste y Principal Patrona de toda la República de Venezuela". Su coronación canónica se celebró en 1952. El Santuario Nacional a la Virgen de Coromoto fue declarado Basílica por S. S. Pío XII el 24 de mayo de 1949.
El nuevo santuario fue construido sobre el sitio exacto donde apareció la Virgen de Coromoto en 1652.
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