miércoles, 20 de agosto de 2008

La circuncisión y Visita de los magos

La circuncisión
XV 1. El sexto día entraron en Bethlehem, donde pasaron el séptimo día. El octavo, circuncidaron al niño, y lo llamaron Jesús, como lo había denominado el ángel antes de su concepción. Cuando se cumplieron, según la ley de Moisés, los días de la purificación de María, José condujo al niño al templo del Señor. Y, como el niño había sido circunciso, ofrecieron por él dos tórtolas y dos pichones.
2. Y había en el templo un hombre de Dios, perfecto y justo, llamado Simeón, y de edad de ciento doce años. Y el Señor le había hecho saber que no moriría sin haber visto al Cristo, hijo de Dios encarnado. Cuando hubo visto al niño, gritó en alta voz: Dios ha visitado a su pueblo y el Señor ha cumplido su promesa. Y adoró al niño. Luego, tomándolo en su manto, lo adoró otra vez, y le besó los pies, diciendo: Ahora, Señor, deja partir a tu servidor en paz, según tu promesa, puesto que mis ojos han visto tu salvación, que has preparado a la faz de todos los pueblos: luz que debe disipar las tinieblas de las naciones, e ilustrar a Israel, tu pueblo.
3. Había también en el templo del Señor una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, que había vivido con su marido siete años después de su virginidad, y que era viuda hacía ochenta y cuatro años. Nunca se había alejado del templo del Señor, entregándose siempre a la oración y al ayuno. Y, acercándose, adoró al niño, y proclamó que era la redención del siglo.
Visita de los magos
XVI 1. Y, transcurridos dos años, vinieron de Oriente a Jerusalén unos magos, que traían consigo grandes ofrendas, y que interrogaron a los judíos, diciéndoles: ¿Dónde está el rey que os ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente, y venimos a adorarlo. Y la nueva llegó al rey Herodes, y lo asustó tanto, que consultó a los escribas, a los fariseos y a los doctores del pueblo para saber por ellos dónde habían anunciado los profetas que debía nacer el Cristo. Y ellos respondieron: En Bethlehem de Judea. Porque está escrito: Y tu, Bethlehem, tierra de Judá, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti debe salir el jefe que regirá a Israel, mi pueblo. Entonces el rey Herodes llamó a los magos, e inquirió de ellos el tiempo en que la estrella había aparecido. Y los envió a Bethlehem, diciéndoles: Id, e informaos exactamente del niño, y, cuando lo hayáis encontrado, anunciádmelo, a fin de que yo también lo adore.
2. Y, al dirigirse los magos a Bethlehem, la estrella les apareció en el camino, como para servirles de guía, hasta que llegaron adonde estaba el niño. Y los magos, al divisar la estrella, se llenaron de alegría, y, entrando en su casa, vieron al niño Jesús, que reposaba en el seno de su madre. Entonces descubrieron sus tesoros, e hicieron a María y a José muy ricos presentes. Al niño mismo cada uno le ofreció una pieza de oro. Después, uno ofreció oro, otro incienso y otro mirra. Y, como quisieran volver a Herodes, un ángel les advirtió en sueños que no hiciesen tal. Adoraron, pues, al niño con alegría extrema, y volvieron a su país por otro camino.

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